Te explico 3 principios básicos para evitar que tus debates familiares –y no sólo estos– acaben como el rosario de la Aurora.
¿Te gustan las fiestas de Navidad? Reconozco que a mí sí. Me gusta reunirme con mi familia y disfrutar de estos días. Incluso me gustan las discusiones de cada año: que si Messi, que si Ronaldo, que si …
Pero claro, a veces esas discusiones se pueden ir de madre y fastidiarte la reunión familiar. Sin duda, la culpa de eso la tienen los cuñados –¡quiénes si no!–. Pero tampoco es cuestión de que una discusión mal enfocada nos arruinen los turrones; así que, ahí van unos cuantos consejos para evitar que tu hermano o tu hermana te deje sin regalos de Reyes.
Discutir no es pelearse.
Tal vez lo primero que deberíamos dejar claro es que discutir no es pelearse o, por lo menos, no debería convertirse en eso. Una discusión simplemente es un cambio de pareceres dialéctico que persigue defender una postura en una controversia.
De esta definición no se desprende que la disputa tenga que acabar en pelea, sin embargo, tu experiencia te dirá que en muchas más ocasiones de las debidas, acaba ocurriendo esto.
¿Por qué pasa? Fundamentalmente, porque no nos han enseñado a discutir y eso hace que caigamos en errores flagrantes que, no sólo enturbian las relaciones, sino que impiden que consigamos nuestro objetivo.
Y hablando de objetivos, recuerda que en, al discutir, el objetivo es que tu interlocutor adopte tu punto de vista y, claro, eso no va a ocurrir si las relaciones se enturbian.
Cuáles son los principales errores que cometemos a la hora de discutir.
Así que vamos a ver cómo conseguir que la comida de Navidad sea recordada, no por cómo lanzaste el plato de gambas a la cabeza de tu cuñado, sino por cómo te dio la razón por primera vez en la historia.
Norma 1. Esto no va de ganar.
Ya sé que cuesta vencer esta tendencia pero, créeme que si enfocas una discusión como una lucha de poder en la que tienes que ganar a tu oponente, no vas a conseguir tu objetivo.
Cuando al discutir intentas ganar, cuando intentas que tu postura se imponga, lo único que se consigue es que tu interlocutor se defienda porque, la verdad, no nos gusta perder.
Recuerda que tu objetivo es que la persona con la que discutes se abra a tu postura y eso no ocurrirá si se siente en la necesidad de defenderse por sentirse atacado.
Expresiones del tipo «no tienes razón», «eso no es así», «las cosas son así», o el intercambio continuado de argumento-contraagumento, sitúan la cuestión en un campo de batalla que provoca que las posturas se enraícen.
En vez de hacer esto, intenta partir del punto en común, de aquello en lo que podrías estar de acuerdo. No enfrentes directamente, construye a partir de la postura de tu oponente; da tu opinión después de haber demostrado que entiendes la postura del otro.
Norma 2: No intentes demostrar que el otro no sabe o que se equivoca.
Puede que tú seas un reputado físico teórico y que tu cuñado no tenga ni idea de galaxias, agujeros negros y materia oscura pero que se aventure a hablar de estos temas… por supuesto, de forma errónea.
Si rebate una opinión tuya y lo hace sin fundamento, te digo lo que jamás tienes que hacer: no digas nada parecido a «mira, tú de eso no sabes nada» o «que me vas a decir a mí que soy físico teórico».
Sabemos que la ignorancia puede ser muy atrevida pero a nadie le gusta que le hagan pasar como un torpe ignorante.
Ten presente siempre conseguir que tu oponente dialéctico mantenga su dignidad durante toda la discusión, sobre todo si hay más personas presentes.
¡En cuántas ocasiones hemos mantenido nuestra postura firme aunque sabíamos que estábamos equivocados! ¿Y por qué?. Simplemente porque, al discutir, queremos mantener nuestra dignidad delante de alguien empeñado en demostrar que no sabemos de qué hablamos.
¿Qué hacer entonces en estas situaciones en las que tu oponente-cuñado se equivoca? Pues suavizar tu postura. Por ejemplo, di algo como «ah, pues yo tengo entendido que …» o «según tal experto…» o fórmulas similares que demuestren que su opinión no está fundamentada pero con la suficiente elegancia como para que no se sienta derrotado en la batalla.
Norma 3. No intentes demostrar que eres el más listo.
Mira, los listillos sabelotodo no gustan a nadie. Nos admiran las personas cultas y con conocimientos pero nos generan bastante reactancia las personas que aprovechan una discusión para demostrar que son los másteres del universo en la materia.
Recuerda cuál es tu objetivo: conseguir que tu oponente acepte tu punto de vista como propio y, como puedes percibir, buena parte del éxito para que eso ocurra está en que la imagen personal que transmitas sea, digamos, positiva.
Sé comedido, sé prudente, sé elegante a la hora de demostrar lo que sabes. El secreto para caer bien está en hacer sentir inteligente e interesante a la persona que tienes enfrente y eso no va a ocurrir si tu interlocutor se siente pequeñito intelectualmente delante de ti.
Acabando.
Como puedes apreciar, estas normas tienen que ver, no con habilidades argumentativas, sino con habilidades sociales, con lo que yo llamo talento social, ese conjunto de competencias interpersonales que son la base para que los procesos de persuasión puedan producirse.
Así que ya sabes, no dejes que las discusiones familiares de estas Fiestas se enturbien por una discusión mal enfocada … aunque tu cuñado se empeñe en ello.
Y ya sabes que si quieres conocer más acerca de otras técnicas y recursos persuasivos, tienes a tu disposición el podcast «Créeme lo que te digo».
Un nuevo episodio cada 15 días que puedes escuchar a través en la web de Interacción Humana o a través de ITunes, Ivoox, Spotify,YouTube, Spreaker o Google Podcast.
Por mi parte, esto es todo, te espero dentro de 15 días con un nuevo artículo.
Si tienes cualquier sugerencia, ponte en contacto conmigo a través del formulario de la web. Estaré encantado de hablar contigo.
Aprovecho para desearte que pases unas muy, muy felices Fiestas de Navidad. Hasta pronto.
Sobre el autor: Óscar Fernández Orellana
Es psicólogo-coach, formador y asesor en comunicación persuasiva. Dirige Interacción Humana, y es autor y editor del podcast sobre persuasión «Créeme lo que te digo». También es autor de Así persuaden los líderes. Es profesor del postgrado de Comunicación Persuasiva de la Universidad de Barcelona.