¿Seguimos hablando de «líder» cuando, en realidad, nos estamos refiriendo a un «mando»? ¿A cuántos de los que llamamos líderes seguiría su gente si no se viesen obligados por el cargo que ostentan? ¿Qué tienes que ver el ethos con el liderazgo? ¿Consideras a tu responsable un ejemplo a imitar?
Esta es la premisa de este artículo de hoy: no puedes considerarte un líder si no eres un ejemplo a imitar para tu gente.
Ahora me toca demostrarte por qué esto es así y, sinceramente, espero llegar a conseguirlo.
Ser líder es un trabajo «al servicio de».
Acostumbramos a hablar del equipo del líder cuando, para ser más exactos, deberíamos hablar del líder del equipo. Parece un juego de palabras pero lo que intento con ello es mostrar el orden correcto de relación que debiera existir.
El líder es una persona al servicio del equipo. Es, a la vez, un generador y un conseguidor. Un generador porque debe dibujar un futuro deseable para la organización, el equipo como conjunto y las personas como individuos. Y un conseguidor porque debe procurar todo aquello necesario para alcanzar ese futuro.
Las personas del equipo evalúan constantemente si una persona con un cargo cumple con estos deberes y va determinando el grado en el que se hace merecedor de seguimiento. El liderazgo no es algo que tú puedas tomar sino que es el equipo quien te otorga el permiso para que los lideres.
Por lo tanto, si quieres ser un líder, debes conseguir ser merecedor de ello. Y es ahí donde entra de lleno la persuasión.
A través de los procesos de influencia persuasiva, el líder irá explicando qué y por qué merece ganarse el respeto y la consideración de su equipo.
A continuación, quiero explicarte los tres ejes a partir de los cuales un líder debe persuadir a su equipo.
Quién soy; cómo me explico; cómo te hago sentir.
Todos los procesos de persuasión se basan en tres ejes:
- quién es la persona que persuade,
- qué explica y cómo lo explica, y
- qué tipo de emociones y sentimientos genera en su audiencia.
Esto no es algo nuevo. De hecho, hace ya más de 2.500 años que Aristóteles lo estableció y, sin embargo, sigue siendo tan relevante como entonces.
No es mi intención en este artículo detenerme en estos 3 pilares por cuanto quiero llevar tu atención, fundamentalmente, al primero de ellos: el ethos.
Si quieres conocer con más profundidad en qué consisten los otros dos pilares, te remito a este otro artículo en donde los describo más detenidamente.
¿Por qué el ethos es relevante para el líder? Pues porque todo proceso de persuasión comienza por aquí. Sin este elemento, no es posible persuadir y, como consecuencia, no es posible el proceso de liderazgo.
Pero, ¿qué es el ethos?
Sucintamente, ethos es la ascendencia que tienes sobre tu audiencia. Es decir, es el grado en el que tu audiencia –en el caso del líder, el equipo– te percibe como alguien merecedor de ser tenido en cuenta. Es tu reputación, es tu credibilidad, es el grado de fiabilidad que te otorga tu gente.
Por lo tanto, te hago la siguiente pregunta: ¿es posible ser un líder sin tener un ethos consolidado? ¿Es posible ser un líder sin que las personas de tu equipo sientan que eres creíble y fiable? La respuesta es bastante obvia, ¿verdad?
Ahora piensa en lo siguiente. Teniendo en cuenta lo que he explicado acerca del ethos, ¿te das cuenta de que el grado de autoridad, fiabilidad, ascendencia, etc. que tengas es algo subjetivo en la cabeza de tu audiencia? ¿Te das cuenta de cómo es la audiencia quien nos otorga esa credibilidad a partir de lo que percibe de nosotros?
¿Te das cuenta de cómo es el equipo y no tú, ni tu organización la que decide si eres o no un líder?
Las personas nos dejamos guiar por quienes nosotros queremos… O casi, porque lo que te voy a contar a continuación es cómo puedes influir en cómo los demás te ven.
La vida de una personas persuade más que sus palabras. Cómo construir un buen ethos para ser un buen líder.
El hecho de que tu credibilidad sea una cuestión de percepciones tiene un punto muy positivo y es que tú puedes construir, en cierta forma, la imagen que quieres que los demás vean de ti y para ello, es conveniente que conozcas cuáles son los componentes esenciales del ethos.
Decía Aristóteles que la gente ha de ser capaz de confiar en tu bondad esencial y en tu juicio. No será un buen líder, por tanto, aquella persona que, siendo buena, nos conduzca al cataclismo. Exigimos del líder ser una persona confiable, alguien con criterio para tomar las decisiones adecuadas en cada momento.
Y aquí tenemos los tres comportes del ethos:
- La virtud o causa.
- La sabiduría práctica.
- El desinterés.
Vamos a ver en qué consisten cada una de ellas.
1. La virtud o causa es el primer componente clave. Tiene que ver con la percepción que tiene tu equipo de que persigues los mismos buenos fines que ellos, que compartes sus valores fundamentales, que te mueven los mismos retos.
Eres de los míos o no. Defiendes mi misma causa o no.
Fíjate de lo que estamos hablando. Estamos diciendo que nos persuaden mucho más las personas que entendemos que son como nosotros –en el sentido más amplio de la palabra– que aquellas que entendemos que están fuera de nuestra realidad.
Para muestra, un botón. ¡La de veces que habré escuchado en mis cursos eso de que «esto es muy americano»!
Desde el punto de vista del liderazgo esto quiere decir que tu equipo tiene que verte como uno más de ellos, alguien que comparte sus mismos intereses y se rige por las mismas normas.
2. La sabiduría práctica se refiere a que mala ascendencia vas a tener en tu equipo si las decisiones que tomas son continuadamente erróneas o si aquello que se supone que debes saber hacer lo haces mal.
Esto no quiere decir que un lider deba ser el mejor técnico de su equipo. De hecho, en ocasiones, eso es una muy mala señal. Lo que quiero decir es que tu equipo tiene que verte como una persona con criterios técnicos sólidos, con buena capacidad para la visión estratégica y la toma de desiciones. En definitiva, tu equipo piensa de ti que sabes hacer lo que hay que hacer y lo haces correctamente.
3. Por último, nos queda el tercer componente: el desinterés.
El desinterés tiene que ver con la percepción por parte del equipo de que no te mueve ningún deseo egoísta o espurio.
Al perseguir el bien común, no te guardas ningún as en la manga que te lleve a dejarlos en la estacada y ser el único beneficiario de la situación. Es aquello de «no lo hago por mí, sino por ti».
También tiene que ver con ser percibido como alguien más o menos imparcial, sin sesgo o tendencioso. Cuando tomas una decisión, sé que no lo haces movido por ninguna manía especial sino que la tomas atendiendo a criterios claros.
Salomón, en el juicio de las dos madres, hizo gala de este desinterés.
En definitiva.
Iniciaba este artículo preguntándote si consideras a tu responsable un ejemplo a imitar. Pero tal vez sea tú el líder –o aspirante a serlo– y la pregunta pertinente sea si te consideras un ejemplo a imitar para tu equipo.
Ahora tienes elementos para evaluar si cumples o no con los criterios necesarios para ser un referente y, en todo caso, poder comenzar a trabajar en la línea de construir unas credenciales sólidas que te permitan aumentar el grado tu capacidad de persuasión.
Déjame acabar con las palabras de uno de los más grandes oradores de la historia: Cicerón. El romano decía lo siguiente: «debes conseguir que tu audiencia sea receptiva y atenta. Y, lo más importante, debería quererte y confiar».
Comienza a construir tu ethos.
Hasta aquí el artículo de hoy. Ojalá que te haya gustado y que te resulte útil.
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Óscar Fernández Orellana
Director de Interacción Humana
Psicólogo – Coach, formador,
Consultor de comunicación.
Autor de Así persuaden los líderes.
Profesor del postgrado de Comunicación Persuasiva. Universidad de Barcelona.